Presentación


Quería ir poniendo en orden todo lo que bulle en mi alma melómana; sin prisa, pero sin pausas demasiado largas. No creo que lo consiga nunca por completo, pero confío en que, al intentarlo, encuentre nuevos caminos sin explorar o camine con nuevos ojos los tantas veces trillados. También quería compartir algunos de mis recursos e ideas con la comunidad educativa a la que pertenezco y que tanto me ha dado a través de Internet. En el fondo, o no tan en el fondo, ambos objetivos se solapan constantemente. Y un blog me pareció el sitio adecuado para su confluencia, aunque siempre digan que ya pasaron de moda.

Su título es una nada disimulada referencia a uno de mis grandes héroes musicales. Pero también sirve como juego de palabras: esto no va solo de notas estrictamente musicales, sino de un cuaderno de anotaciones personales; también es un guiño a mi actividad como profesor de secundaria o como eventual comentarista de discos (ponedor de notas, en ambos casos); es, asimismo, una expresión que tanto me vale para reivindicar mi doble y contradictoria atracción por el minimalismo de medios —”¡No le toques ya más, que así es la rosa!“, dice un Pablo— y por el horror vacui —”¿Demasiadas notas?, pues aún puedo con más”, piensa el otro—; por último, pero ante todo, el nombre del blog pretende revelar mi pasión por todas las épocas y movimientos que sufrieron incomprensión en un principio (generasen o no esos desprecios antológicos que, como ocurrió por ejemplo con el Barroco, acabaron irónicamente por convertirse —apasionante que es la etimología— en emblemas a mucha honra).

Por cierto, las “demasiadas notas” que aparecen en Amadeus se conocen, de todos es sabido, a cuento de El Rapto en el Serrallo y en boca de Orsini-Rosenberg, al que imita luego José II. Ya antes, aún en la película, el Conde describe así su mala experiencia con Idomeneo. Pues bien, parece ser que la anécdota real no viene de ninguna de ambas óperas, sino de Las Bodas de Fígaro; y parece que tampoco se debió a la boca del director del Teatro Imperial ni a la del emperador mismo, sino a la de uno de los muchos hermanos de este último, el archiduque Fernando:

—No sé si le gustará a la gente, mi querido Mozart, es demasiado ruidoso, tiene demasiadas notas”.—No, mi señor, tiene sólo las necesarias.


Lo de Amadeus es un queo, vale, como media película, y qué. Es el sentido contestatario el que me interesa resaltar de todo esto. La libertad creativa, recreada por Schaeffer y Forman, gritada por Hulce, defendida por el propio Mozart.


Una presentación es buen sitio para una obertura. La dejo en manos de Fischer, obligatorio escucharla con los altavoces bien en alto: servidor piensa que es la versión más explosiva de entre todas las que se pueden encontrar.

A ver si os gusta. La obertura, el blog.


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